BAÑOS DE BOSQUE
Abetal de riu, el shinrin-yoku más auténtico de La Cerdanya
La Cerdanya es una comarca pirenaica con larga tradición y oferta de deportes de invierno, así como pionera del hockey sobre hielo y otros muchos deportes que se pueden practicar todo el año, como el alpinismo, la escalada o el excursionismo. La amplia extensión de su llanura, en torno a los 1.000 metros de altitud, contrasta con montañas y cimas que se aproximan a los 3.000, como el Carlit o el Puigpedrós (2.911), la Tossa Plana de Lles (2.916) y el Puigmal (2.913) entre otros. Los prados, pastos y cultivos forman parte también del paisaje característico, así como numerosos lagos, ríos y arroyos. Los amantes de la naturaleza encuentran en muchos sectores de la comarca un paraje idílico.
En el Parque Natural del Cadí-Moixeró, zona privilegiada de la Cerdanya, se halla uno de los bosques maduros mejor conservados en la llamada umbría de Riu. Para llegar allí, hay que salir del pueblo de Riu y dirigirse al refugio del Serrat de les Esposes, donde se puede estacionar bien, aunque no se puede llegar con cualquier vehículo y recomendamos consultar el estado de la pista forestal antes de ir.
Una vez en el refugio se identifica fácilmente la señalización que indica hacia el Abetal de Riu en dirección suroeste. Se deben seguir las indicaciones hasta llegar al Abetal, es decir, para acceder a la zona de los árboles monumentales es necesario antes andar poco más de 3 kilómetros. El trayecto de acceso consiste en una caminata relativamente sencilla, pero con un mínimo de exigencia, pues hay que salvar unos 500 metros de desnivel en un total de 9,2 kilómetros (ida y vuelta). El camino no tiene pérdida y es sin duda un buen complemento muy recomendable al baño de bosque, ya que el monte de la zona y el itinerario en su conjunto es extraordinario en todo momento.
Para ir al Abetal, en primer lugar se deben seguir las indicaciones y las marcas naranjas (coinciden aquí con parte del camino de Cavalls del Vent), que encontraremos principalmente en señalización vertical pero también en otros elementos a pie de camino, e ir comprobando la buena dirección en varios cruces que encontraremos. El trayecto sigue inicialmente un sendero en bajada. Más adelante, el camino se ensancha y acaba desembocando en una pista forestal, no accesible para vehículos motorizados excepto servicios propios del Parque Natural. En este primer tramo el camino atraviesa también pastos y arroyos, entre árboles caducifolios esparcidos de hojas amarillas y rojizas en otoño y de gradaciones de verdes intensos en primavera. Los caducifolios, principalmente álamos temblones (Populus tremula), cerezos (Prunus avium) y fresnos (Fraxinus excelsior), conviven aquí con los árboles de hoja perenne en una mixtura de bosque perennifolio y caducifolio que conforma un paisaje muy distinto según la época del año. El camino va ascendiendo después por tramos de subida donde se hacen más presentes pinos y abetos; el pino silvestre (Pinus sylvestris) siempre dominante en la solana y el pino negro (Pinus uncinata) y el abeto (Abies alba), en la umbría. Estas especies son las coníferas más características de los climas fríos y alta montaña. Sus grandes dimensiones y firmeza abrigan un bosque lleno de vida que sube hasta las copas más altas solo alcanzables con la vista y el oído para los homo sapiens.
El itinerario nos llevará poco a poco a un prado con buenas vistas de la Cerdanya. Es una parada ideal para realizar algunas prácticas de interacción con la naturaleza antes de llegar a la parte más profunda del paseo. En este claro, a 3,2 kilómetros del refugio del Serrat de les Esposes, veremos dos árboles altísimos a cuyos pies hay un cartel informativo sobre el shinrin-yoku y las propiedades organolépticas y terapéuticas de los árboles. En este punto hay que prestar atención, ya que por motivos de gestión forestal puede que haya tala de árboles y que cueste un poco ver la señalización. Es importante seguir siempre las indicaciones hacia los abetos monumentales de las Bagues de Riu, que se hallan a 1,4 kilómetros (no es necesario seguir más ninguna marca naranja). Se sigue por el mismo camino hasta llegar al cruce del Abetal, donde encontramos unas estacas de color verde clarito, y a partir de aquí el camino se va estrechando y se adentra en el tramo de baño de bosque más escondido. Se trata de un bosque maduro espectacular que cobija los árboles más monumentales, dos abetos con más de 4 metros de diámetro y más de cien años de vida catalogados como “Árbol de interés local” cada uno.
Al final del caminito encontraremos un canchal que aparece inesperadamente y nos regalará la vista con una panorámica poco conocida de la Cerdanya. Después del recorrido umbrío y resguardado del abetal, contrastan notablemente la luminosidad y la perspectiva que se ve desde el canchal. Para volver al Serrat de les Esposes hay que deshacer el mismo camino.
El espacio para la práctica de baño de bosque
El Abetal de Riu contiene todos los ingredientes que conforman el llamado bosque maduro. Esto significa que, por un lado, ha evolucionado libremente sin notable intervención humana durante muchos años y, por otro, no ha sufrido fenómenos considerados extremos como incendios o huracanes. Por eso se encuentran en él varios ejemplares de árboles viejos, centenarios, de grandes dimensiones, cobijados en este lugar al abrigo del tiempo, que conviven con árboles jóvenes y de todas las edades, tamaños, estructuras, así como con la presencia de árboles muertos y madera en distintas fases y estados de descomposición. Este excepcional conjunto hace posible la existencia de unos ecosistemas de gran biodiversidad y altísimo valor ecológico que, además, pueden mitigar los efectos del cambio climático.
En el último kilómetro de este bosque maduro de coníferas dominan el pino negro (Pinus uncinata) y el abeto (Abies alba), especies a las que tradicionalmente se ha atribuido el mayor beneficio terapéutico del bosque gracias a los fitoncidas que desprenden. Se ha comprobado que estas sustancias volátiles orgánicas son los compuestos responsables de los olores y la comunicación entre las plantas y que tienen un efecto en nuestro organismo a través de la respiración y de la piel. O sea, una “simple” exposición al bosque ya tendría efectos positivos en la salud, que se pueden amplificar con la práctica del baño de bosque, es decir, teniendo en cuenta que sea un paseo sin prisas, en silencio, con actitud contemplativa, despertando todos nuestros sentidos, siendo conscientes del momento presente y aceptando la invitación a vivir la experiencia. Cabe decir que en los últimos años han surgido fórmulas híbridas en las que se intercalan actividades y/o ejercicios de interacción con la naturaleza con el objetivo de conseguir el máximo beneficio de la experiencia para la salud y el bienestar.
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