BAÑOS DE BOSQUE
La espesura oculta de las obagues de Sant Guim
Conocida por sus llanuras de cereales y cultivos, en la Segarra destaca la meseta de formas ondulantes y la media montaña. El bosque se esconde entre las grandes extensiones cerealistas y es muy apreciado por la población local y visitante, sobre todo cuando la temperatura de la época estival es más elevada y caliente. El clima por lo general se caracteriza por ser mediterráneo continental seco, con poca pluviometría, veranos calurosos y heladas intensas en invierno que hacen variar drásticamente el paisaje. En este territorio de contrastes se puede disfrutar de sombras increíbles para esconderse del calor en verano y contemplar impresionantes heladas en invierno que cubren el paisaje de un blanco reluciente. Aunque no es una comarca de aguas abundantes, en ella se encuentran algunos ríos y torrentes, entre los que destacan los ríos Sió, Ondara y Llobregós.
En esta propuesta nos dirigiremos hacia la Alta Segarra, donde la vegetación de los campos de secano cambia totalmente los colores según la época del año. El verde intenso del cereal que crece se va transformando en el amarillo dorado del cereal maduro a medida que se acerca la siega de la cosecha. No es sorprendente que tantos pintores hayan querido reproducir este paisaje, independientemente de su técnica y traza.
Sant Guim de Freixenet se encuentra en las cotas altas de la Meseta Central de la Segarra y es aquí donde hay que ubicarse inicialmente para ir a las llamadas Obagues de Sant Guim, que reúnen las Obagues de Amorós, de la Tallada y de los Llobetons y son en conjunto una zona ideal para realizar prácticas de baño de bosque. Desde Sant Guim hay que ir a la Torre de Vilalta (o castillo de Vilalta), en dirección al parque eólico Turó del Magre, adonde se llega por la carretera B-100. A la altura de la rotonda de la Tallada, cerca de Cal Casanova Solà, se puede tomar el Camino de las Planes y posteriormente girar hacia el sureste por el Camino de las Vilaltes. Antes de llegar al Turó del Magre y una vez pasado el depósito de aguas, se gira hacia la izquierda con la torre ya a la vista en lo alto de una colina.
Se puede dejar el coche en alguna de las plazas amplias de uno de los aerogeneradores cercanos a la Torre de Vilalta. Al este de la torre hay un cruce (delante de una plantación de encinas). En este punto hay que tomar el camino que se dirige hacia el norte, descendiendo llanamente en un inicio hacia las Obagues, con Sant Guim y Amorós a la vista en la meseta del otro lado del valle (cuidado, no hay señalización). En primer lugar, se pasa unos campos de cereales, que bordearemos por nuestra izquierda. Continuaremos bajando por completo por el camino, adentrándonos en el bosque, hasta que el camino se transforma en un sendero que nos lleva hasta las interioridades umbrías del bosque, donde conectaremos con el sendero que sigue la Zanja de Comescaus. Desde aquí, giraremos hacia el este (derecha), siguiendo el sendero en paralelo a la zanja hasta la Font de la Torre. De la Torre de Vilalta a la Font de la Torre hay 1,5 kilómetros y un desnivel de 130 metros. Cuidado, porque prácticamente no hay señalización en todo el trayecto.
El espacio para la práctica de baño de bosque
Cuando se entra en el sendero, este nos adentra muy pronto en un microuniverso al abrigo y refugio de los vientos. Sorprende la diferencia con la meseta, donde, como decíamos, las nieblas escarchadoras dejan paisajes tremendamente invernales y fríos, o muy secos y calurosos en verano. En esta parte de las Obagues aparece un bosque frondoso y el camino nos adentra en una mezcla de especies típicas de lugares húmedos y umbríos con especies de lugares húmedos termófilos (a los que les gustan condiciones suaves en invierno). A medida que nos vamos adentrando sorprende la cantidad y riqueza de vegetación presente. Árboles de hoja perenne y caduca que en otoño forman un degradado de colores rojos, tostados y amarillos intensos deslumbrantes, destacando las hojas caducas de los arces (Acer monspessulanum) y arces menores (Acer campestre) o de los robles (Quercus faginea y Q. ssp. cerrioides) entre otras especies como el mostajo (Sorbus torminalis), que como buen mostellar en otoño se transforma en tonalidades rojizas espléndidas, o el serbal (Sorbus domestica). Este último de hoja compuesta y frutos comestibles que maduran a finales del verano y en la época de floración da unas florecillas que recuerdan a los manzanos o perales, ya que forma parte de las rosáceas. Además, en las umbrías se encuentran cuatro tipos de pinos: el pino laricio (Pinus nigra salzmanii), el pino silvestre (Pinus sylvestris), el pino carrasco (Pinus halepensis) y el pino piñonero (Pinus pinea), así como la encina (Quercus ilex) o la carrasca (Quercus rotundifolia), que configuran una mezcla muy interesante de especies caducifolias y perennifolias, de clima templado y de clima mediterráneo.
En buena parte del recorrido abundan los arbustos, como por ejemplo el labiérnago (Phillyrea latifolia), el espino blanco (Crataegus monogyna), el endrino (Prunus spinosa) o la cormiera (Amelanchier ovalis), entre otros. Hay dos arbustos que destacan especialmente por su aroma en la época de floración: el aligustre (Ligustrum vulgare) y la madreselva etrusca (Lonicera etrusca), los cuales pueden inundar el bosque con perfume de néctar durante quince días. Cuando no es época, aunque el aroma no es tan intenso se sigue intuyendo su perfume singular si nos acercamos a él. Igualmente, según la época de floración pueden sobresalir las alfombras de mijo azul (Lithospermum purpurocaeruleum), con las características florecillas azuladas, o los frutos negros maduros de la adelfilla o lauréola (Daphne laureola). También, el verdor de los musgos y hepáticas según la humedad, que suelen ser abundantes en las cepas y cortezas de los árboles a pesar de la poca humedad de las épocas más secas gracias al hecho de encontrarse en un bosque umbrío. Las hiedras (Hedera helix) trepan hasta las copas de muchos árboles y comparten alfombra con algunas setas en otoño, sobre todo si ha llovido bien, sumando a los aromas ya mencionados anteriormente todos los olores inconfundibles que aportan los hongos.
Siguiendo el caminito llegaremos al fondo de las Obagues, donde se encuentra la Font de la Torre. Es un tipo de fuente de hoyo, característica por estar excavada en la roca natural yendo a buscar el hilo de agua profunda y acabada luego con una bóveda de piedra, unos escalones o una rampa, pensando en la gente y también en el ganado, para que pudiera acceder hasta el agua. Es un punto de referencia y singular, con un aire muy salvaje. En este punto hay dos opciones: volver por el mismo camino por el que hemos venido o alargar el paseo haciendo una ruta circular más ancha. Si se sigue la variante normal hay que deshacer el camino, pero por su belleza se recomienda seguir 250 metros por dentro de la zanja del barranco (cuidado, porque no hay señalización). En este caso hay que continuar por el Barranco de la Torre, donde a medida que se avanza por el torrente se ve la arquitectura espectacular que ha creado el agua pasando por la piedra, con gradas de formas sorprendentes y una atmósfera guardada por la galería de árboles, espectacular en otoño. El fondo del barranco es un torrente de agua intermitente, donde a menudo manan fuentes nacientes en la roca a flor de tierra, pero que puede quedar lleno de agua si hay alguna crecida fuerte, aunque no ocurre a menudo. Después de unos 500 metros, habría que tomar el camino que sale muy cerrando a mano izquierda (este), continuar por el camino que está indicado como Ruta de les Obagues y al cabo de unos 150 metros tomar el sendero reconocible que nos permite recuperar la subida gradual, primer sendero y luego camino, hacia el sector de la Torre de Vilalta.
En definitiva, los bosques de las Obagues son bosques singulares propios del altiplano segarrense, donde se mezclan los robledales y pinares de montaña de clima templado con los encinares mediterráneos haciendo una comunión muy especial que invita a explorar y experimentar con las sensaciones.