PATRIMONIO INMATERIAL DEL PIRINEO Y LAS TIERRAS DE LLEIDA
L'ALT URGELL
ACORDEONES SOBRE EL SEGRE
Estamos en el corazón del Pirineo. Lo sabemos porque oímos su música. Una melodía a dos voces, la del caudal del Segre cogiendo impulso en las últimas curvas del Urgellet antes de enfilar el descenso a la llanura y del acordeón diatónico que cada familia del Alt Urgell conserva como un tesoro de los antepasados. Nos dejamos seducir por una comarca que conserva los valores del Pirineo histórico.
El viaje
El viaje por el Alt Urgell es un descubrimiento de mil territorios. De la llanura humanizada del Urgellet pasando por los valles indómitos de la Vansa y Cabó a las terrazas conquistadas a la cuenca fluvial de los valles de Valira y la ribera de Urgellet. Estamos en un mundo donde la tradición es todavía un valor vivo, donde los abuelos reclaman su jerarquía cultural en bailes y encuentros que han superado todas las invasiones industriales y tecnológicas. Una tierra donde la producción agroalimentaria es una rutina sin añadidos. Prados, rebaños, granjas, obradores y queserías son solo episodios de un mismo conjunto. El respeto por la tradición heredada es una religión en Tuixent y el valle de la Vansa, donde nos adentramos en aquel mundo mágico de las antiguas trementineras que llevaban por todo el país los remedios extraídos del néctar de la Naturaleza. Cada final de mayo una gran fiesta en honor a aquellas mujeres sabias nos reconcilia con nuestro yo más salvaje mientras danzamos alrededor del fuego sanador. Con la misma devoción, en los pueblos de la ribera del Segre rendimos homenaje a los antiguos almadieros que transportaban la madera entre el ruido del caudal. Coll de Nargó fue una de las capitales de aquel oficio y así lo reivindicamos cada verano en una fiesta que une el homenaje a las generaciones precedentes y la celebración de pertenecer a esta tierra.
Los imprescindibles
Fiesta de las Trementineras.
Final de mayo.
Bajada de los Almadieros de Coll de Nargó.
Medio agosto.
El Alt Urgell es también un mundo de fantasías y mitos pasados de padres a hijos. Un mundo de historias secretas que tan solo en las sobremesas más largas salen de las tinieblas. Como las leyendas de los minairons de La Guàrdia d’Ares, unos seres muy pequeños y con una gran fuerza para llevar a cabo las tareas más pesadas. Esta sociedad que respeta su pasado es también la que esconde recelos del pueblo de al lado y que percibimos entre líneas en los motarrots, los apodos con que unos se refieren a otros. Vida local en estado puro que la convivencia nos descubre enseguida como un tesoro inmaterial que da más carácter a la comarca.
Motarrots i llegendes de l’Alt Urgell,
de Josep Espunyes.
La música que recorre estos valles y oímos resonar en las paredes del Cadí es la de los acordeones diatónicos que han sabido conservar los abuelos y que cuando parecía que íbamos a perder su tradición, un trabajo de investigación de Artur Blasco consiguió recuperar. Hoy, cientos de niños y jóvenes vuelven a hacer bailar las plazas manchando los viejos instrumentos. El canto unánime de grandes y pequeños de El Gallo Negro se ha convertido en un himno en este rincón del Pirineo que nos hace sentir de aquí para siempre. La canción la compuso Agustinet de Pallerols con los esquiladores de la cuadrilla y se la dedicó al cura de Solanell. La picardía de la canción popular nos resulta un grito de guerra en las mesas del Alt Urgell. Así lo sentimos escuchando las coplas del Peirot, un referente de la literatura oral del Pirineo y reflejo de los anhelos de justicia de su gente. La Seu nos invita a otro momento de magia musical con el Canto de la Sibila recuperado el año 2011 de entre las tradiciones navideñas más vividas en la catedral de Santa Maria.
Canto de la Sibila de La Seu d’Urgell.
Nochebuena.
Encuentro de Acordeonistas de Arsèguel y La Seu.
Final de julio.
El Gall Negre, de Pere Cases, Agustinet de Pallerols.
En cualquier fiesta popular.
Les Cobles del Peirot.
Artur Blasco, Maria Feliu y Albert Villaró.
El viaje por el Patrimonio Inmaterial de la comarca nos invita también a descubrir los días grandes de cada plaza, las jornadas en que las fiestas locales hacen sentir a los pirenaicos que más allá de la fiesta no existe nada más. El Ball Cerdà de La Seu d’Urgell, por la Fiesta Mayor de finales de agosto, nos devuelve a la sociedad de los antiguos protocolos de cortejo. Grandes y pequeños forman parejas para bailar una letanía que invade la plaza y el casco antiguo con una pátina de tradición. Con este mismo espíritu, ahora en formato nocturno, Organyà nos adentra en la noche de las leyendas con la Danza del Cavallot. La noche de Navidad un personaje rojo y con cara de caballo muestra una danza sarcástica en la plaza de la Iglesia reproduciendo con la posterior Quema del Carro en la plaza de las Homilies, una tradición medieval vinculada a los ritos ancestrales por el solsticio de invierno.
Ball Cerdà de La Seu d’Urgell.
Por la Fiesta Mayor de final de agosto.
Lo Cavallot y la Balladora y la Quema del Carro de Organyà.
Nochebuena.
Para reponernos de este viaje intenso de emociones y experiencias vitales, La Seu d’Urgell nos llama a la mesa para tomar fuerza en la Calderada de San Antonio. Los miembros de la cofradía se hacen suyo el paseo Joan Brudieu y la ciudad corre a hacer cola hipnotizada por el olor del caldo que lo impregna todo en este rincón de mundo entre la Valira y el Segre. Las grandes calderas llenas de caldo y viandas que cierran la fiesta de los Tres Tombs y la Subida al Palo nos dejan el regusto que necesitábamos para saber que volveremos al Alt Urgell.
Calderada de San Antonio, de La Seu d’Urgell.
17 de enero.